La firma que lo hace se llama Café Baritú, se promociona como un café 100% nacional y natural, y la productora que lleva adelante el emprendimiento tiene una historia de vida que merece ser conocida.
Graciela Ortiz es la única productora de café del país, en Yungas, Salta. La falta de una ruta local en condiciones, la obligan a cruzar a Bolivia para acceder a su finca, desde donde debe volver a ingresar a su provincia. Por eso, desde la pandemia que no pudo volver a visitar la plantación.
Nació en Jujuy y se crió en Salta, dónde su padre, junto con sus hermanos, decidió abocarse a los cafetales luego de participar en el programa estatal “Salta café”. Comenzaron la actividad en la década del 70, pero por las situaciones económicas que atravesaba la Argentina, 20 años después, abandonaron la plantación. En aquel momento la familia Ortiz, junto con otros cafeteros de la zona de Salta, se enfrentaron al “uno a uno” de la presidencia de Carlos Menem. “La convertibilidad fue uno de los grandes factores que hizo que el café no fuera competitivo. Tenían que competir con grandes importadores”, explicó Graciela Ortiz. Fue recién en 2009 cuando decidió recuperar la finca y en el 2010 comenzó con el proceso. Los años de abandono obligaron a Ortiz a comenzar de cero, se dedicó a limpiar y preparar el terreno, hacer nuevas plantas y empezar el proceso de cultivo una vez recuperada la tierra. La finca cuenta con 1400 hectáreas, pero solo 30 están plantadas.
El principal desafío de producir este cultivo no son los granos de café, sino llegar a la plantación. La productora debe cruzar la frontera con Bolivia y atravesar el Río Bermejo para acceder al terreno. En sus comienzos intentó llegar por la ruta nacional número 19, realizó trámites con vialidad provincial y éstos les prestaron una máquina que, si bien logró abrir el camino, estuvo lejos de ser una solución definitiva. “Las máquinas se rompían a cada rato y nosotros debíamos hacernos cargo de todos los gastos”, expresó. Una vez abierto el camino, ingresaron otros productores con máquinas, también prestadas por vialidad, y éste quedó destruido, se taparon las vertientes y “a las primeras lluvias el camino no existió más”, aclaró.
Aquel hecho no fue el único obstáculo a superar enfrentar: en 2013 Ortiz tuvo que empezar nuevamente de cero a causa de las fuertes heladas que arrasaron parte de su plantación y su cosecha anual.
El camino a Bolivia y el proceso del cultivo
Para llegar al campo, la productora debe transitar por camino asfaltado 15 km hasta Bolivia y, una vez en suelo extranjero, atravesar el Río Bermejo en un pequeño bote, entre 200 y 300 metros, para llegar a los cafetales. Y si bien el recorrido no es extenso, la complejidad se encuentra en la cantidad de trámites que debe realizar con SENASA y entidades bolivianas para corroborar el tránsito de la producción que sale e ingresa de un país a otro. “La ruta argentina es de tierra en el medio de la selva, pero así tardes dos horas seguís estando en tu casa. No es lo mismo manejarse en un país vecino, sería mucho más fácil sacar el café por el lado argentino”, sentenció la cafetera.
Como consecuencia de este proceso, la productora cuenta con algunas personas para mantener la plantación, pero no consigue personal cosechero que pueda instalarse ya que la zona donde se encuentra la finca no tiene electricidad.
Café argentino de calidad
El café argentino que crece en las yungas salteñas, al noroeste de la provincia, y pertenece a la variedad coffee arábiga, una mezcla de bourbón y de caturra y mundo novo.
Se trata de un cultivo 100% natural que lleva un proceso de aproximadamente seis meses hasta ser cosechado. En el mes de diciembre comienza la floración, entre julio y agosto se comienza la cosecha y luego se traslada al secado. En esta última instancia, el Café Baritú pasa por dos tipos de secado, el beneficio natural y el beneficio húmedo. En el secado natural, una vez que se colecta el grano se lo dirige directamente al secadero, este proceso le aporta al café un sabor más dulce. En cambio, el secado húmedo es más complejo, luego de la recolección de los granos, conlleva un proceso de fermentación, se despulpa, se lava y a partir de allí se dirige al secadero.
El proceso que le llevó la recuperación le permitió a la familia Ortiz plantar 30 hectáreas de la finca y lo ideal es que de cada planta pueda cosecharse aproximadamente un 1kg de café. Cada vez que ingresan al terreno, buscan ingresar al país entre 25kg y 30kg de producción. Por arreglos del lado argentino en la ruta que se dirige a Bolivia, todavía no pudo visitar la plantación desde la pandemia.
En cuanto a la situación económica de la Argentina, explicó que “es muy duro porque te demora para completar los proyectos” y que tuvo suerte de “no haber necesitado pedir un crédito”.
“Si le das una oportunidad, te enamoras”, el slogan de la marca
Ortiz decidió abrir una cafetería “para terminar de cerrar el ciclo”. Lo vio como una oportunidad para dar a conocer su producción y ayer, 7 de julio, Café Baritú cumplió tres años. La cafetería se encuentra en Jujuy y tiene pensado expandirse por Salta y la quebrada de Humahuaca. “Más adelante me gustaría llegar a Córdoba y Buenos Aires”, expresó y asegura que “en la época de antes la gente buscaba lo internacional y debían competir con los grandes monstruos. Hoy tengo la suerte de que se busca más el producto nacional, no está mal visto”.
Con un menú variado, el objetivo de Graciela Ortiz es que los clientes se sientan como en casa y se enamoren del café, “cuando un cliente nos elige, ayuda a nuestra economía familiar”, finalizó.
Replicado de www.a24.com